Product DescriptionOnce a fisherman told me. It was a windy day of dazzling light. The Eastern wind had chased away the humid Western Wind. From the lighthouse of Trafalgar you could catch a glimpse of the wind teasing the depths of the sea with its bristly beard of white foam. The fragrant pines, coming from that trapezoidal hill, dressed in green and crowned by the white tower of the Almadraba, blended with the smell of salt at the edge of the cliff facing the Moroccan coast. At the foot of the lighthouse stood a woman without her veil, staring at the orange strip of light that stretched along the horizon. The sun was about to bathe itself into the ocean. As it did, the woman dove into the blazing red orb of light shimmering on the water, leaving behind her a wake of shiny tendrils. A new night was born, giving life to the guitar. What these pieces of music have in common is the light of the Southern sun. That South which has the colors and the smells of Andalusia in its center. Where the sweet and sour taste of oranges leaves a trace in the way people sing and dance. These oranges are sisters of the Moorish ones. The voices in the street resonate with the echo of their ancient brother Morocco. Modulating tones is a ritual for the rough and melismatic sounds of two cultures that at times seem to be one. Their reciprocal gazes cast them off from those same Columns, sending them overseas to distant shores, loaded not only with the desire to explore and conquer but also with rhythms and sounds: music that crossed the Atlantic. Although it arrogantly tried to force itself on the New World, it couldn?t resist the songs of sirens from other seas. © giuliano belotti, 2003. Una vez un pescador me contó. Era un día ventoso, de luz deslumbrante. El Levante había rechazado el húmedo Poniente. Desde el faro de Trafalgar, se vislumbraba la profundidad del mar que el viento incordiaba con barbas rizadas de espuma blanca. El intenso olor de los pinos marítimos se mezclaba con el de la salinidad. Provenía desde la colina trapezoidal, vestida de verde y coronada por la torre blanca de la Almadraba al limite del acantilado que esta enfrente de la costa marroquí. A los pies del faro había una mujer sin velos. Miraba fijamente el hilo anaranjado del horizonte. El sol estaba a punto de bañarse. Al tocarse con el mar, la mujer se arrojó al ojo rojo. A sus espaldas dejó una larga estela de cabellos relucientes. Nació una nueva noche y con ella la guitarra. Lo que tienen en común las piezas de este CD, es la luz del sol de aquel Sur, que tiene en su propio centro los colores y los olores de Andalucía, donde el sabor agridulce de las naranjas deja su trazo también en los cantes y en los bailes. Esas naranjas son hermanas de aquellas moras. Las voces por las calles y en los patios son el eco del antiguo hermano Marruecos. El ondular sobre un tono es un ritual para los sonidos ásperos y melismáticos de dos culturas que a ratos parecen una sola. Sus miradas se empujaron desde aquellas mismas Columnas para arribar sobre las costas de ultramar, cargada no solo del deseo de exploración y de conquista, pero también de formas sonoras y rítmicas: músicas que surcaban el Atlántico, aunque se imponían prepotentemente en el Nuevo Mundo, no podían resistir a la llamada de los cantos de sirenas de otros mares. © giuliano belotti, 2003.